Seguimos con los mismos problemas de formación
¿De dónde surgen las necesidades de formación?
Hoy en día, el debate sobre si la formación digital impulsada por la inteligencia artificial es mejor que la formación presencial tradicional está en pleno apogeo. Sin embargo, la verdadera cuestión no es cuál es superior, sino de dónde surge la necesidad de formación. En muchas organizaciones, las áreas de desarrollo deberían identificarse a través de la gestión del desempeño, donde se reflejan las carencias y oportunidades de cada empleado. No obstante, en la práctica, la formación suele surgir de necesidades inmediatas detectadas por los responsables de equipo, quienes buscan soluciones rápidas a los desafíos del día a día.
Aquí surge el primer gran dilema: ¿cómo decidir qué formación priorizar con presupuestos limitados? Los sistemas de desempeño actuales permiten detectar tanto las carencias como el potencial futuro de los empleados, pero las empresas deben equilibrar la urgencia de cubrir deficiencias con la necesidad de desarrollar habilidades estratégicas que aseguren el éxito a largo plazo. La formación reactiva, centrada en corregir debilidades, suele recibir prioridad sobre el desarrollo de competencias futuras, que es crucial para la evolución de los equipos y la empresa.
La importancia de aplicar lo aprendido en el entorno laboral
El segundo desafío no es solo proporcionar acceso a la formación digital, sino garantizar que los empleados apliquen lo aprendido en sus puestos de trabajo. Las plataformas digitales impulsadas por IA ofrecen un aprendizaje flexible y accesible, pero no basta con ponerlas a disposición de los empleados. El verdadero reto es asegurar que esas nuevas competencias se traduzcan en mejoras reales y medibles en el rendimiento.
Un enfoque equilibrado: Tecnología y seguimiento humano.
Aquí es donde muchas organizaciones siguen fallando. La tecnología puede facilitar el acceso a contenido relevante, pero el éxito de la formación depende de si los empleados realmente aplican las habilidades adquiridas en su trabajo diario. No se trata solo de tener una IA disponible para que los empleados aprendan a su propio ritmo, sino de establecer sistemas que permitan evaluar y confirmar que ese aprendizaje tiene un impacto tangible en los resultados de la empresa.
En conclusión, la cuestión no está en elegir entre formación digital o presencial, sino en cómo identificar las verdaderas necesidades de desarrollo y garantizar que lo aprendido se aplique en el entorno laboral. Las empresas deben adoptar un enfoque más estratégico y equilibrado, donde tanto la tecnología como el seguimiento humano jueguen un papel clave en asegurar que la formación sea útil y efectiva.