LAIdership VS Leadership
En la actualidad, se suscita un debate entre filósofos e ingenieros que plantean la imposibilidad de que la inteligencia artificial (IA) alcance un nivel de humanidad equiparable al nuestro debido a la carencia de consciencia en las máquinas. Se sostiene que, si bien la IA puede simular una forma de consciencia al aprender a interpretar su entorno, esta simulación no equipara la auténtica consciencia humana, la cual implica la autoconciencia y la comprensión de que se está desempeñando un papel. Se utiliza la analogía de los actores que representan emociones que no experimentan verdaderamente.
En paralelo, se plantea la necesidad de que los líderes desempeñen roles objetivos que no tienen por qué alinearse auténticamente con sus características y preferencias individuales. En la formación para líderes se ahonda la necesidad de brindar retroalimentación, comunicación precisa y gestión continua de manera objetiva, transparente y libre de prejuicios.
La cuestión central radica en la distinción entre un líder humano eficientemente objetivo y una IA que simula consciencia y habilidades emocionales. La respuesta sugerida es que la diferencia crucial radica en la humanidad intrínseca de las personas, en la experiencia real y no simulada de la vida, en la afirmación evolutiva de que somos seres sociales y en la capacidad de razonamiento que va más allá del deductivo o inductivo.
Roger Wolcott Sperry, neuro científico biólogo y psicólogo, laureado con el Premio Nobel en 1981 por su investigación sobre las funciones de los hemisferios cerebrales, sostiene que el cerebro humano se divide en dos vastos hemisferios. El hemisferio izquierdo ostenta la lógica, representa la mente cognitiva y dual, creador de normas, leyes, dogmas y la expresión del YO. Por otro lado, el hemisferio derecho encarna el cerebro afectivo, siendo el epicentro de las emociones, los sentimientos y la imaginación; es donde reside el inconsciente.
Aunque la inteligencia artificial se está desarrollando de manera equiparable al cerebro izquierdo, con la capacidad de potencialmente superarlo en el futuro, en la actualidad resulta altamente complicado que pueda equipararse al hemisferio derecho. Por su parte, la IA generativa ha demostrado habilidades para componer, crear arte y generar contenido creativo, no obstante, aún se encuentra lejos de alcanzar la complejidad del hemisferio derecho del cerebro humano.
De acuerdo con las reflexiones de Erik J. Larson en su obra «El mito de la IA«, nuestro razonamiento abductivo, a diferencia del inductivo utilizado por la IA, nos habilita para comprender las ironías, el doble sentido, el sarcasmo y el lenguaje metafórico y poético presentes en nuestro cerebro derecho. Este tipo de razonamiento contribuye a nuestra humanidad y representa un desafío considerable para que una máquina lo asimile.
Stuart Russell, en su libro «Human Compatible» de 2019, nos indica que la inteligencia humana va más allá de la mera capacidad intelectual. A pesar de que la supermáquina Summit es prácticamente más inteligente que el cerebro humano, Russell señala que el cerebro alberga elementos que van más allá de la inteligencia pura. Aunque la Summit Machine pueda desarrollarse de manera análoga al hemisferio izquierdo, le resulta inalcanzable emular completamente al derecho.
En el ámbito organizacional, Simon Sinek argumenta que la IA no puede empatizar con las experiencias humanas, como enfermedades, estrés, ansiedad o injusticias subjetivas, debido a su incapacidad para comprender la emoción asociada. Además, se resalta la necesidad humana de contacto social ya que somos animales sociales, por lo que uno se pregunta si seríamos capaces de contarles nuestros problemas amorosos, de ansiedad o relacionales a una máquina o si, por el contrario, preferiríamos contárselo a alguien que nos pueda entender porque también ha vivido algo similar.
La conclusión clave de todo este razonamiento es que cuanto más humanos, empáticos, emocionales y conectados estén los líderes con sus colaboradores, más difícil será reemplazarlos por máquinas, ya que éstas carecen de la capacidad intrínseca de comprender y compartir las complejidades de la experiencia humana.